Hace unos días tuvimos la oportunidad de dar una vuelta por Jerez de la Frontera, en la provincia de Cádiz. Allí nos acercamos a visitar una de las bodegas con más solera, las Bodegas de González-Byass, más conocidas como Tío Pepe, que es el nombre de uno de sus vinos más famoso, el fino.
Como todos los grandes viajeros, he visto más de lo que recuerdo,
y recuerdo más de lo que he visto.
Benjamin Disraeli
Nada más comenzar la visita nos encontramos la Bodega de la Concha, diseñada por el ingeniero francés G. Eiffel, el mismo de la Torre de París. Esta bodega fue levantada en honor a la Reina Isabel II de España, tras una visita a la bodega en 1862. En su interior hay un total de 214 botas llenas de amontillado La Concha, en las que podemos ver las banderas de los 115 países a los que se exporta el vino de González-Byass.
La primera bodega que se visita, es la Bodega del Brandy, allí vimos los enormes alambiques que se utilizaban para destilar el vino y fabricar el brandy e hicimos un pequeño ejercicio «oloroso» de los diferentes estados por los que pasa el producto hasta convertirse en brandy joven o viejo.
Desde las holandas, que son los aguardientes de vino no envejecidos, que salen transparentes del alambique, hasta el brandy, joven o viejo, resultado de mantener las holandas durante algún tiempo en barricas de roble y que al oxidarse adquiere ese característico color marrón.
Tras la Bodega del Brandy, accedemos a la Bodega Cuadrada, sobra decir porque se llama así no? Aquí nos mostraron un vídeo explicando un poco la historia de la bodega y los diferentes tipos de vino y brandy que ésta elabora, así como un relato corto contando porque le pusieron el nombre al famoso vino fino Tío Pepe. La bodega la funda en 1835 el joven Manuel María González Angel, que por aquel entonces tenía 23 años, aunque no fue hasta 1855, que se asocia con su agente en Inglaterra, Mr. Robert Blake Byass, que la bodega pasa a llamarse como en la actualidad, González-Byass y no fue hasta 1840 que se emplaza en el lugar que ocupa hoy, al lado de la Catedral de Jerez.
La empresa es propietaria de 650 hectáreas de viñas situadas en los mejores pagos de la zona: Machamudo, Carrascal y Burujena. Posee su propio vivero, siendo la primera y única empresa de la zona en tomar este compromiso con respecto a sus viñedos. Tienen a su vez una extensión similar controlada mediante arrendamiento a largo plazo. La capacidad de la bodega es de 46 millones de litros en barricas de roble americano y más de 30 millones de litros en tanques de acero para el proceso de fermentación.
La siguiente visita es a la Bodega de los Apóstoles, llamada así, porque allí reposan 13 grandes toneles, enormes diría yo, y cada uno tiene escrito el nombre de un apóstol. Se construyó en 1857 y también tiene forma cuadrada. En 1862 se llevó a cabo una pisa por expreso deseo de S.M. la reina Isabel II durante una visita a estas bodegas. Aunque como la reina visitó la bodega en el mes de octubre y por esa fecha la vendimia estaba ya finalizada, D. Manuel María solucionó el problema adquiriendo toda la uva de cuelga que los viñistas del marco guardaban para consumir durante el otoño. De sobra es sabido a lo largo de la historia, lo caprichosos que pueden llegar a ser algunos monarcas, yo diría todos… en fin… que de esa pisa se obtuvieron 33 botas que fueron a parar a un inmenso tonel de 16500 litros de capacidad, construido en Alemania y que se bautizó con el nombre de El Cristo, por su relación entre la capacidad de botas que contenía y la edad de Cristo al morir. Los toneles que lo acompañan tienen los nombres de los 12 apóstoles y están situados de la misma manera que en el cuadro de Leonardo Da Vinci «La Santa Cena» solo que a Judas Iscariote lo cambiaron por Matías, porque pensaban que de un tonel llamado Judas saldría un mal vino.
De la bodega de los Apóstoles, se pasa a la Bodega Real, llamada así porque en ella se encuentran las botas con los nombres de la familia real, firmados por cada uno de ellos, así como una gran cantidad de botas firmadas por numerosos artistas y famosos que han ido visitando la bodega y estampando su firma en cada uno de los recipientes.
Es como un gran paseo de la fama, pero en vez de estrellas y huellas de manos, pues hay firmas y en algunas además dibujos. Que duda cabe que éstos no son exactamente los originales, ya que firmaban con tiza blanca y a lo largo de los años y con la humedad de las botas se ha ido borrando, así que lo han repasado todo con rotulador blanco. Pero aun así resulta muy curioso echar un vistazo…
Una curiosidad: todos los que firman bota es porque han pasado por la bodega… todos menos uno… Picasso. A él le enviaron la bota a su casa para que la devolviera firmada, de ahí que sea la única que está a color.
Y ahora es cuando os cuento la anécdota de esta bodega, ya se sabe que toda bodega que se precie debe tener una leyenda, pues aquí parece ser que son famosos los Ratoncillos del vino, y es que cuenta la leyenda que hace algún tiempo, un antiguo capataz de la bodega se hizo muy «amigo» de unos ratoncitos que andaban por allí y para entretenerse no se le ocurrió otra cosa que dar de beber a estos ratoncillos, para ello les colocó una copa llena de vino dulce y una escalerita para que los animalitos pudieran llegar hasta el borde de la copa para beberse el vino. Hoy en día sigue la tradición, y los ratoncitos viven felices en esta bodega, donde tienen su propio rinconcito con algo de pienso para comer y la famosa copita de vino dulce, escalerita incluida.
Un poco de historia…
LA HISTORIA DEL FINO TÍO PEPE
José María Ángel y Vargas, tío y asesor del fundador de la bodega, era un amante de los vinos pálidos, ligeros y frescos llamados manzanilla y solía beberlos a menudo. Los prefería a los amontillados y olorosos de Jerez que son más pesados. A pesar de que los que se importaban eran olorosos, José María selecciona personalmente vino fino de diferentes casas y en 1844 había en la bodega 49 botas de vino fino escogidas.
Su sobrino en agradecimiento le obsequia con su propia bodeguita, donde Tío Pepe se dedica a criar a su gusto el vino fino y recibir a sus amigos, ya que la bodeguita tenía puerta directa a la calle y el tío Pepe, llave de la misma para entrar y salir cuando le viniera en gana. Ese mismo año 1844, se envía a Gran Bretaña la primera partida de Tío Pepe, pero este vino no solo se envía a Londres, también llega a Nueva York y en la década de los 60 del siglo XIX ya se bebía Tío Pepe en otros países de Europa, desde Francia hasta Rusia. Y la reina Isabel II también lo populariza tomándolo en sus reales mesas. El primer Tío Pepe embotellado del que se tiene constancia fue enviado como regalo al gobernador de Gibraltar la Navidad de 1856. La marca Tío Pepe no se registra hasta 1888. La famosa botella vestida con chaquetilla roja y sombrero la diseño Luis Pérez Solero, antiguo jefe de propaganda de las bodegas.
Bueno y después de tanta historia, llega la hora de probar el tan aclamado Tío Pepe, bien fresquito entra que no veas. También catamos el Croft, mucho más dulce, pero también muy bueno.
Algunas fuentes de información y páginas interesantes con respecto a las bodegas González-Byass y su historia:
El Tío Pepe
Web de las bodegas González-Byass